La verdad, aunque esté en minoría, sigue siendo la verdad...

La burguesía disfraza su propio interés particular, para que de tal forma, ese interés particular forme parte del interes general

martes, 12 de septiembre de 2017

La dictadura del deseo

En este último capítulo del documental de Adam Curtis El Siglo del Yo, vemos como las estrategias utilizadas por las empresas durante la segunda mitad del siglo XX fueron adoptadas por partidos políticos para retomar el poder.
Los focus groups (Grupos de Opinión) no son nada nuevo, nacieron de las terapias grupales y fueron utilizados por las empresas para conocer los intereses de los potenciales consumidores: adaptar sus productos al deseo de los clientes, en lugar de imponerle productos fabricados en masa como ocurría hasta los años '50.
Hacia los años ´90 los focus groups y las encuestas ya estaban instalados dentro de la política, ahora eran los partidos políticos los que querían seducir a potenciales votantes prometiéndoles lo que ellos quisieran con el mero fin de obtener sus votos, aunque el cumplimiento de las promesas de campaña fuera en contra de la ideología del partido.
En EEUU y Reino Unido, la derecha conservadora ocupó el poder durante toda la década del '80 manejando con destreza la estrategia que la llevó al poder ensalzando el individualismo que pregonaban y que practicaban amplísimos sectores de la población. Para frenar esto, los partidos de oposición, más liberales y progresistas, decidieron copiar la estrategia y pelearle a la derecha con sus mismas armas.
Prometiendo ventajas particulares o concesiones a minúsculos sectores de la población, los demócratas norteamericanos y los laboristas británicos se alzaron con el poder dejando de lado las políticas sociales, emblema histórico de sus agrupaciones.
He aquí una perfecta adaptación a lo que conocemos como clima de época, se reconoció que la mayoría de los ciudadanos (el número que hace ganar una elección) estaba desinteresada de ayudar a los más desfavorecidos, durante los '80 se generó un modo de vida egoísta e individualista que los partidos más liberales (en el sentido anglosajón del termino) decidieron respetar en lugar de combatir.

Hoy somos testigos de un retraimiento de las políticas sociales y sectores considerables de la ciudadanía aceptan un estado menos benefactor y son menos tolerantes a ayudar a quienes más lo necesitan.
Se llega a la conclusión de que este control social nos ha sido impuesto hace décadas, y para ser llevado a cabo, se estudió hasta el interior de la psiquis humana con el fin de someternos sin que nos demos cuenta, con una falsa sensación de seguridad y defendiendo o admirando a nuestros opresores, una élite que basa su poder en el dinero y no en un desarrollo moral o intelectual, que sería un tipo de dominio algo más tolerable.

El modelo reinante otorga un poder fáctico a las grandes empresas que no se someten a elecciones de la ciudadanía, sino al libre juego del mercado donde ganan los más fuertes, y en general, los menos justos.

Hoy cuando veamos a un político hablar de la corrupción, de la seguridad, del terrorismo, no lo hace porque crea en que son problemas que perjudican severamente a la sociedad, quizá ni lo sean, sino que lo diga porque existan sondeos de opinión donde los ciudadanos, que consumen medios de comunicación que centran su discurso en tópicos como los mencionados, hacen hincapié en esa temática. Ya no es la educación o la salud, si es que los ciudadanos medios pueden pagarse esos servicios de manera privada (lo que además les otorga cierto status) sino problemáticas sobre la posesión: que nadie me robe lo que tengo, que nadie obtenga sin esfuerzo lo que conseguí yo, que no le den beneficios a quien no se lo merece... total, uno es si tiene.



Nos han hecho creer que la libertad de mercado es la fuente de todas las demás libertades y sin nadie que controle, el sistema nos otorga igualdad de oportunidades. A no confundirse, no igualdad de derechos, la tortuga y la liebre tienen el mismo punto de largada en una carrera, está mal visto que existan ventajas para la tortuga aún a sabiendas de sus limitaciones de velocidad. El premio al mérito individual es la clave de la sociedad actual y no se admiten concesiones a los débiles.
¿Volveremos a ser más solidarios?¿Veremos en algún momento próximo la celebración de objetivos colectivos, de proyectos que mejoren sociedades enteras que no estén basados en caprichos individuales?
Solo esperamos que este formateo freudiano no dure para siempre, y que el cambio de paradigma no sea traumático.

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